martes, 17 de marzo de 2015

El bailar de lejos de Sergi Roberto

Por Raúl S. Saura 




“Ha hecho un partido espectacular con lo difícil que es para un jugador que no tiene muchos minutos, tiene buen criterio, calidad, recorrido, conducciones que dividen al rival, también buen juego aéreo y cumple a las mil maravillas en defensa. Es un jugador muy completo y es una pena no darle más minutos. Pero cada vez que juega, demuestra que puede ser un jugador importante para el Barça.” Estas palabras dedicó Luis Enrique el sábado al término del partido ante el Eibar a Sergi Roberto, el séptimo centrocampista que ha usado esta temporada.

Palabras como esas lleva recogiendo el joven catalán desde hace (para él) largos años. Han ido pasando los entrenadores y ninguno ha variado su mensaje: el futuro del club pasa por el de Reus. Ya dio pistas de ello Guardiola cuando le hizo debutar en el primer equipo en plena Tormenta de Clásicos, apuntó también en esa dirección Tito Vilanova al decidir, antes de dimitir por cuestiones de salud, que Deulofeu marchara al Everton y Rafinha hiciera las maletas para Vigo, pero que él se quedaba en casa. Finalmente, el Tata Martino ya demostró confiar en él cuando le dio un protagonismo inusitado en las alineaciones que se marchó tan rápido como llegó a principios de 2014. Con ese bagaje aparecen las declaraciones del iron man.

Sin embargo, queda claro que los años han pasado y el joven centrocampista continúa sin encontrar su hueco, enamora a todos pero nadie le saca a bailar. Sin plantearnos la chorrada de que los sucesivos místeres le hayan considerado inaccesible, flota en el aire la duda de qué le falta al chico para ganarse la confianza de los demás y demostrar su valía. Si reparte balones, cumple en defensa y posee buen juego aéreo como dice Lucho, y además tiene un físico de teutón que le convierte en una rara avis blaugrana, ¿qué es lo que le falta cuando reúne los requisitos para encandilar a ortodoxos y heterodoxos? La respuesta no es sencilla.

El joven ha pretendido ver en estos gestos de deferencia de Guardiola y demás promesas de una futura titularidad que nunca se han terminado de materializar: el noi apostó fundamentalmente por Thiago como delfín y las experiencias compartidas parecen conducir a Luis Enrique en la misma dirección con el menor de los Alcántara. Si acaso, el Tata Martino será recordado por suceder cuando Adama se presentó en sociedad. Incluso esta misma temporada parece bastante claro que las sorpresas han sido Munir y Sandro, si a ello le añadimos el futuro encarnado en Rafinha, ¿qué le queda a él?

La gran baza de Roberto reside en que, pese a estas complicaciones, siempre se ha mantenido, aunque vagamente, en los planes técnicos mientras que los demás han aparecido fulgurantemente para volver a marcharse con la mirada abajo, al filial. Y es que sus habilidades prometedoras, junto con su físico peculiar que aporta mucho, le hacen un jugador único con la capacidad de erigirse en el futuro como nuevo Iniesta en el centro culé. Todos sus entrenadores así lo han percibido y han actuado en consecuencia, aunque, quizás, se hayan movido temerosos de romper al bailarín de porcelana que ven en él. Así ha avanzado, entre algodones y suplencias, mientras los minutos no obtenidos se acumulaban en sus piernas y ahora amenazan con implicar riesgo para su carrera, como ocurre con Montoya

Como perla joven que es, Sergi Roberto requiere de un ambiente que le estimule y en el que se le provea de la confianza necesaria para demostrar si representa futuro o no. A día de hoy, lo tiene casi imposible en el equipo actual; Iniesta, Rakitic y Rafinha van antes que él y Pogba llama a la puerta. Con este ambiente, los minutos están de todo menos asegurados y el canterano corre el riesgo de no estallar nunca, de romperse por no usarse. Lo único que podría sacarle de este atolladero supondría enviarlo a un clima benigno, como al Oporto, al Villarreal, o incluso a Europa, para que, en un lugar propicio, se crea en él y podamos comprobar quién es Sergi Roberto. Así, rodeado de apoyo y de minutos, sin una competencia sobre la que nunca se podría imponer, podrá afinar durante un par de años y, con suerte, dejar la soledad a un lado y darlo todo por el equipo. Dejar, como dice la canción, de bailar de lejos y quedarse el futuro para así. El olvido es la otra opción.

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